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  • Foto del escritorFernando Helguera

NUESTRAS MENTIRAS

La mentira se esconde para no tener que existir.

Es muy importante la presencia que tiene hoy la mentira, y es posible que sea aún más que la de la mismísima verdad. Ayer observaba cómo una señora ponía en tela de juicio lo que un joven le decía, sin otro motivo que el de asumir que era mentira. Nacemos, crecemos y morimos, en un mundo donde la verdad es ofensiva y por eso la metemos en un envoltorio dulce y brillante, fabricado del celofán de la mentira. Es decir que, dentro de toda mentira, se oculta una verdad.


Como era de esperarse, hay tantas formas de mentir como seres humanos sobre la faz del planeta, y de hecho más, ya que cada uno tiene varias formas. Cómo es que, entonces, nuestros sistemas legales, de valores, nuestras expectativas en las relaciones humanas, ¿están basadas en la verdad? No existe ni creo que haya existido en la humanidad, un individuo que jamás haya mentido, ya sea consciente o inconscientemente. Me queda claro que mentir inconscientemente, no libera al mentiroso de las consecuencias que esta acción pueda acarrear.


Una mujer le dice a un hombre “nunca me habían hecho el amor como tú” y él lo cree. Un hombre le dice a una mujer “nunca antes amé a alguien como a ti” y ella lo cree. Un niño escucha a un adulto decirle “si te portas bien te voy a dar un premio” y no duda que es verdad. A un adulto, un niño le dice “me da miedo la oscuridad” y lo da por verdadero. Por favor que quede claro lo siguiente: no digo que las frases anteriores sean mentira, digo que son creídas por principio. Es entonces cuando la persona se da cuenta que se le cree sin reparos, y cuando puede decidir mentir para así obtener los beneficios que no le corresponden. Dormir en la cama de mamá, por ejemplo.


Esta forma de actuar es penalizada, aunque la víctima de la mentira sea un mentiroso aún peor. Vivimos en la contradicción, pretendemos que el modelo a seguir es el ejercicio de la verdad, pero todo a nuestro alrededor está conformado de mentiras. ¿Quién de los aquí presentes no ha mentido a sí mismo como yo? Ya los veo, no se hagan, “ya no voy a fumar”, “voy a bajar de peso”, “la última”, “la puntita nadamás”, “decreto y el universo conspira a mi favor para que suceda lo que quiero, sin esforzarme”, “un capítulo más y me voy a dormir”, por sólo decir las más típicas.


Pero ¿nos damos cuenta de que el sistema consumista se aprovecha de estas mentiras tan básicas que nos decimos sin parar? Más nos vale que lo hagamos, si no seguiremos haciendo crecer los problemas típicos que aquejan al mundo, como el cáncer, la obesidad, el alcoholismo, la sobrepoblación, la mediocridad, la estupidez humana. Mejor no sigo con esta lista tan deprimente.


A ver, ¿y si pensamos en las mentiras que nos contamos, que podrían llevarnos a un mejor desenlace, o cuando menos a algo neutral? No es fácil ¿verdad? Dense un par de minutos antes de seguir leyendo, a ver si algo se les ocurre. A mí me vienen a la mente cosas como “si actúo bien me iré al cielo”, “si madrugo recibiré ayuda celestial”, “si tomo medicinas estaré más saludable”, “si tengo más seré mejor”, “si sé más seré mejor que quienes no saben”. Las anteriores coinciden en que la acción generaría cosas positivas, aunque las consecuencias que se plantean no sucedan.


Hay un tipo de mentiras que me parecen las más positivas de todas, y son las exageraciones que suceden en un relato, ya que levantan el autoestima de quien las cuenta, aviva la imaginación de quien las escucha, generan mundos paralelos que a la larga son los que se materializan.


Pareciera que la verdad más completa podría ser la que se conforma de partículas hechas de mentira, más que las que se conforman de los fragmentos de verdad que unos y otros podamos aportar. Dicen que una serie de mentiras contadas repetidamente se convierten en verdad ¿no es así?, además la verdad puede llegar a ser muy simplona y aburrida, al lado de las realidades que logra la mentira. Un último pensamiento que deriva de todo lo anterior: de ahora en adelante, lo mejor que podrían hacer es no creer ni tantito de lo que escribo, y así será más verdadero.

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