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  • Foto del escritorFernando Helguera

NUESTRAS MALETAS

Todo cabe en un jarrito, sabiéndolo acomodar.


Ayer tuve una revelación durante la hora de mi ducha (sí, me tardo una hora exacta en bañarme), y fue una visión motivada por la ya famosa “cuarta transformación”. En todo cambio hay pérdida y ganancia, así que hoy debemos ser creativos y pensar en oportunidades de negocio que se fundamenten en las necesidades primarias estrictamente. No estamos para lujos. Me dirijo a los fabricantes de maletas, pero lo hago por medio del lector, porque quizá conozca alguno. Yo no.


Dado que los viajes de negocios y de vacaciones han disminuido considerablemente en estos tiempos, el enfoque debe cambiar. Hay muchas opciones para las cuales se pueden hacer maletas especializadas, como las que se usan para almacenar cosas cuando no tenemos cajas, las que resuelven el problema de ir al supermercado y no encontrar bolsas de plástico (santa prohibición), aquellas que nos ayudan como buró con tan sólo ponerles un mantel encima, o las que sirven para la entrega de cuerpos humanos, completos o en parcialidades (trágica realidad). Sin embargo, ninguna de las anteriores parece ser una gran oportunidad de negocio.


Necesidades básicas decíamos. Habiendo hecho una extensa investigación, los datos crudos demuestran que hay un tipo de maletas indispensables aun inexistentes, y estas son las que se usan para empacar ropa y menesteres personales, pero NO para salir de casa. Responden a una necesidad emocional que, sin tener argumentos sólidos en este campo, estoy seguro de que datan de la época de los cavernarios. Forzosamente tendrán que ser de uso femenino: estamos hablando de las maletas que se hacen para abandonar el hogar conyugal.


Serán utilizadas por las reinas del castillo, para demostrar que no soportan más la presencia de olores (de él o de otra mujer), ronquidos, celos, amigotes, fútbol y cervezas, malos ejemplos para los niños, o cualquier otra manifestación de la supremacía masculina. Alguien se preguntará, ¿por qué tienen que ser femeninas, si existe la posibilidad de que saquen a sus hombres con todo y sus maletas? Es muy sencillo: eso no acontece. Avientan sus cosas por la ventana y sin maletas. Cualquiera diría que ellas fueron las inventoras de las ventanas y, de paso, pusieron a sus hombres a picar piedra. Pero no divaguemos en temas de tecnología y arquitectura.


Analicemos entonces las ventanas, pero las de la posibilidad del negocio. Serán maletas fabricadas a muy bajo costo, pues las inminentes fallas de los materiales de poca resistencia y calidad, serán atribuidas a los maltratos emocionales (expresamente no cubiertos por la garantía de por vida). Se venderán en juegos de 37 tamaños y proporciones diferentes, que darán cabida a la diversidad de objetos personales que suelen llevar con ellas. ¿Que sólo se rompió la mitad? A comprar un juego nuevo porque ni modo de usar de chile, dulce y manteca en la siguiente ocasión. La entrega a domicilio se ofrece por una muy módica cantidad, ya que serán ligeras y diseñadas como los recipientes de comida que, por su forma y tamaño, caben uno dentro del otro (efecto matrushka). Por último, en la compra de un juego de maletas definitivas (de las que sí salen de casa), se incluirá una propuesta de reforma de ley de pensión alimenticia, en la que los pagos mensuales consideran un magnífico esquema de abonos para futuras compras en productos de la empresa.


Cabe mencionar que hay un problema serio que los especialistas de la mercadotecnia tendrán que resolver, siendo yo totalmente incompetente en la materia: ¿Qué hacer cuando el marido se asusta fácilmente, y las maletas sólo necesiten ser señaladas como prueba fehaciente de que ella tiene los medios materiales suficientes, para ejecutar su plan de evacuación? (un juego podría durar toda una vida). Se caería el negocio, y más si quieren usarse para viajar, pues no llegarían ni a la puerta. Habrá que apurarse antes de que el empoderamiento femenino alcance los límites que se vislumbran, donde el hombre hará sus maletas una sola vez, para irse definitivamente.

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