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  • Foto del escritorFernando Helguera

NUESTRA NUEVA NORMALIDAD

Actualizado: 7 jun 2020

Lo mismo pero más barato

Ayer echado en la hamaca pensaba en mi gente amada y cercana, en qué tan normales son; después de recorrer toda la lista (afortunadamente la vida me ha dotado de una muy grande), me pareció encontrar que ninguno es normal. Algunos más que otros, pero todos tienen algo de raro. Espero que no se tomen este comentario a mal, pero ¿qué nueva normalidad van a tener si nunca fueron normales? Lo siento queridos, pero no podemos creernos esa propaganda.


Noté otra cosa: las personas que no conozco, por más estrafalarias que puedan parecer, de vestimenta excéntrica, incluso de comportamiento errático… me parecen bastante comunes hasta que las empiezo a conocer; entonces menos normales se tornan y creo que es simplemente porque las voy descubriendo. Todos somos normales hasta que se demuestra lo contrario.


Algo común es que la gente exprese, casi a manera de advertencia, “yo estoy bien loco(a)”; quieren convencerse de que no son normales. Esto me recuerda a Mauricio Garcés diciendo “Yo creí que las volvía locas a todas, hasta que me di cuenta de que ya venían así”. Lo anterior es evidencia de que, como estamos diario con nosotros mismos, no nos damos cuenta de nuestra propia locura y nos asumimos normales. A ver ¿alguien me va a decir que yo no soy de “los normalitos”?


Tenemos, entonces, una nueva normalidad que se acerca a pasos agigantados y no podemos eludirla. La curiosidad nos exige averiguar mucho sobre algo inédito; tendremos que usar la imaginación a falta de bibliografía o cualquier registro del pasado; veamos pues.


Si antes compraba cosas en los centros comerciales entre dos y cuatro veces al mes… ahora voy a comprar cosas entre dos y cuatro veces al mes, pero no tan costosas posiblemente, y después de haber hecho una fila tomando distancias como en la primaria, para entrar poco a poco, pues ya no podremos ingresar todos en bola ni pelear arrebatándonos la mercancía de oferta.


Si antes tomaba refrescos entre cinco y siete veces a la semana, ahora voy a tomar refrescos diariamente, pero con culpabilidad por todos los vídeos que vi en redes, en los últimos dos meses dentro de casa, que hablan de la diabetes y del daño inmenso que las refresqueras hacen al entorno natural y a las poblaciones y su salud; ni pensar en dejar de consumirlos, pues por muy buena y nueva que fuere, dejaría de ser la absurda “normalidad”.


Si antes consumía cerveza, ahora voy a consumir cerveza, pero voy a tener suficientes reservas en casa por si se les vuelve a ocurrir su prohibición maldita (de ser necesario, construiré un nuevo cuarto para ello). Consumir en el mercado negro sale carísimo y me pone en riesgo en muchos sentidos… esto puede ser muy conveniente para algunas personas del poder; espero que no se les venga en mente, así como no legalizan las drogas, prohibir definitivamente también el alcohol.


Si antes asaltaba en cajeros automáticos, ahora asaltaré en cajeros automáticos, pero no se sabrá quién es el asaltante en las cámaras, pues todos llevaremos máscara. Claro, se me presentaría un problema sin aparente solución: parecería conveniente que a quien metan a la cárcel sea a los cuenta habientes y no a mí ¡pero me quedaría sin clientes! Encerrado o desempleado, ninguna opción me convendría y probablemente llegara a la conclusión de que “el crimen no paga”.


Si antes despreciaba a la clase obrera, ahora despreciaré a la clase obrera (algunos los conocen como “los nacos” o “los indios” o “las chachas”), pero con justa razón, pues deberían encerrarse con su ignorancia en vez de salir a trabajar, poniendo en riesgo a la gente bien.


Vaya, parece que como en todo, habrá ventajas y desventajas. Lo único que no está sujeto a negociación es que, por más que hagamos, no vamos a ser nuevos ni normales. Seguiremos siendo los mismos, así como seguiremos cambiando día a día; siempre con la oportunidad de mejorar, crecer, y acrecentar nuestra lista de gente amada y cercana (siempre a la distancia permitida, por favor).

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