No se olviden de mandarme invitación...
Anoche nos escribimos mi amiga Claudia y yo, y el tema fue la violencia de género. Le decía que hace tiempo que el feminismo como reacción al abuso a la mujer, me parece parcial e incompleto. El abuso hacia ellas viene tanto de hombres como de mujeres; habemos quienes estamos contra esa violencia aun siendo del género masculino. También la ejercida al hombre.
Claudia me mandó un artículo muy interesante sobre el lenguaje inclusivo y me hizo notar que, antes que nada, la forma de expresarnos debe proyectar seriedad si queremos ser tomados en cuenta, incluso cuando estamos contando un chiste. Juguemos con las posibilidades aclarando como punto básico que el lenguaje inclusivo es el que, en todo caso que una palabra contempla a más de un género, se le escribe y habla de manera que no se refiera a ninguno de ellos, como hace el español. Si yo quiero en mi lengua hablar de mis amigos, quien me lea podrá interpretar que estoy incluyendo en ese grupo a mis amigas también, aunque no podrían estar seguros. Vamos pues con algunos intentos de lenguaje inclusivo, tomando una frase al azar, que en español se diría: “Nuestros amigos y enemigos son tan cretinos, que cada uno está seguro de ver claro al patrono”.
Primer ejemplo, quitándole lo machista al asunto: “Nuestras amigas y enemigas son tan cretinas, que cada una está segura de ver clara a la patrona”. Definitivamente empoderar el género femenino, negando el masculino, no sirve para lograr un ejemplo inclusivo y de balance.
Segundo ejemplo, el más usado hoy y que, por cierto, nunca se oye en las calles o se lee por ahí: “Nuestres amigues y enemigues son tan cretines, que cada une está segure de ver clare a le patrone”. No: quien que nos oiga creerá que cantamos “hebee ene mesque perede en le pered.”
Tercer ejemplo, evitando la repetición de la “e” que hace que, además de ser aburrido escucharlo, uno se sienta como tonto al pronunciarlo: “Nuestraos amigoas y enemigaos son tan cretineis, que cada unoa está segurene de ver clariae a ela patronie”. Vaya, aunque no podemos negar que sigue pareciendo una lengua romance, suena muy complicado y pomposo la sobrecarga de las vocales, y claramente estamos pecando de discriminación contra las consonantes.
Cuarto ejemplo, para impedir el cansancio de la quijada que podría ocasionar la utilización del ejemplo anterior: “Nuestrix amiguis y enemiguis son tan cretix, que cada uni está seguris de ver clari a lei patronis”. Podría decirse que nos estamos acercando, aunque eso de terminar en “is” las palabras, pareciera significar que queremos evitar ofender a alguien. Me suena timorato.
Quinto ejemplo, sin pecar de suavizar el tono al punto de merengue, como en el ejemplo pasado: “Nuesters amigs y enemigs son tan cretins, que cada un está segur de ver clar a le patrone”. Esto está mejor, más que sustituir lo que no queremos escuchar, por algo que de todos modos da nuevos tintes al significado de la frase, suprimimos lo que nos estorba. Es una manera de economizar en el lenguaje, haciendo congruencia con la realidad financiera de nuestro país, en donde no estamos para pagar más letras.
Podríamos seguir aquí durante paquetes y paquetes de hojas que aún se encuentran en blanco, pero el respeto por los árboles y les lecteires me impide ejercer la violencia de género literario. Cualquiera que sea el ejemplo, siempre tendrá algo que despertará enojo en lix más conservadors y puritans, que pretenden que el lenguaje nunca debería cambiar ni tantito, y lo mejor sería continuar hablando las lenguas primigenias, además de pensar como más les conviene a els.
Algo es seguro: más vale ser aliado de las mujeres. Históricamente se ha visto que, de lo contrario, tenemos las de perder. Harán que nuesters hijes nos odien, habremos de dormir en el sillón indefinidamente, perderemos el derecho al futbol dominguero, y lo peor de todo, viviremos célibes el resto de la existencia a menos que estemos dispuestos a cambiar de género.
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