Fernando Helguera
CALEIDOSCOPIO
Actualizado: 19 abr 2020
De cuando nos marea la atracciĂłn por alguien.

Un dĂa, caminando por las llanuras, encontrĂ© una fuente de piedras pequeñas y de colores. Dicen que ahĂ es donde nacieron los sentimientos del hombre; sin creerlo del todo llenĂ© mis bolsillos a tope; lleguĂ© a mi pequeña pero acogedora cabaña, con curiosidad por ver detalladamente cada piedra.
Eran translĂșcidas, cosa que no habĂa notado, y en ninguna se repetĂa el color de las otras. DespuĂ©s de un rato de observarlas me sentĂa un poco acalorado, asĂ que fui al lavamanos a mojarme la cara; el espejo mostrĂł en mi rostro dos ojos de colores diferentes y desconocidos. La sorpresa me hizo cerrarlos y tenĂa miedo de volver a abrirlos, asĂ que di vuelta a la cara para ver hacia otro lado cuando los pĂĄrpados dejaran de ser obstĂĄculos.
Me encaminĂ© a la mesa donde estaban esparcidas las piedras y tomĂ© dos (una en cada mano). Eran algo parecidas entre sĂ y ambas se sentĂan calientes, por no decir ardientes, en mis puños cerrados. ComencĂ© a llorar de melancolĂa infinita y las soltĂ© para tomar un pañuelo y secarme los ojos; para ese momento ya estaban secos y me vinieron ganas de reĂr; no lo hice hasta agarrar las piedras de distintas tonalidades verdes. Ahora mi risa era incontrolable. Las puse fuera del alcance de las demĂĄs y regresĂ© a la mesa como si nada hubiera pasado. Nada habĂa pasado.
Algunas piedras azules llamaron mi atenciĂłn al igual que otras amarillas, y decidĂ meterlas en un vaso de cerĂĄmica negra con fondo de vidrio transparente, no sin la aprehensiĂłn de nunca poder sacarlas de ahĂ. Introduje tambiĂ©n las demĂĄs. Estaba feliz de meter los colores mezclados y con curiosidad por ver los resultados. Mi estupor era evidente, pues, por mĂĄs piedras que iba metiendo, nunca se llenaba el vaso; con paciencia y serenidad metĂa una por una, y mientras me hacĂan sentir cosquillas. LlegĂł el momento en que acabĂ© de ponerlas dentro y me sentĂ frustrado; me asome para darme con la sorpresa de ver tan solo un fondo de piedras.
GirĂ© el vaso mientras miraba dentro; las piedras me ofrecieron una imagen inolvidable que no puedo recordar. Lo importante de todo esto es que, acto seguido, pude ver a una mujer translĂșcida y multicolor, que era hermosĂsima. Me dio la impresiĂłn de que era una imagen oracular que marcaba mi destino.
La mujer mostraba muchos talentos pero un solo nombre (dicen que estaba dispuesta a venderlo y tampoco lo creà del todo). Confieso que fue tal mi impresión ante su efecto hipnótico, que agité el vaso para librarme del hechizo.
Me asomĂ© nuevamente y... AhĂ seguĂa pero habĂa cambiado de posiciĂłn. RepetĂ la acciĂłn y cada vez su actitud y mi sentimiento eran diferentes, como los colores de las piedras. Cualquiera dirĂa que me mostraba algo de su desnudez; bellĂsima desnudez en cada imagen. Me sentĂ entre afortunado y desconcertado, y entonces llamaron a la puerta.
GuardĂ© el vaso, que hacĂa movimientos distrayĂ©ndome con las imĂĄgenes imposibles que venĂan a mi mente; aĂșn estoy esperando a que se vayan estas personas, a quienes no puedo sacar si no parten por sĂ solas, por cuestiones de protocolo bĂĄsico.
Tan pronto me quede en soledad volveré a mirar al interior, para sorprenderme cada vez de forma nueva, fresca, incipiente, con cada otra de sus figuras. Siendo sinceros, llego a sentir que quien estå dando vueltas dentro del caleidoscopio, soy yo.