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  • Foto del escritorFernando Helguera

UN ASUNTO DE GATITOS

¿Mueres de ganas de ser ignorado? Ten un gato.


Hoy les cuento que he tenido unos cuantos felinos en mi haber y, para tranquilidad de quienes aman a los gatos, siempre hemos podido llevar una sana relación laboral. Ellos espantan a los ratones a cambio de techo y sustento. Ahora, no vayan a creer que uno no se encariña con ellos, simplemente no pretendo lo que no es. La obligación que se siente cuando alguien habla de gatitos, de decir que, porque son animalitos tan tiernos y estéticos, son dignos de nuestro cariño, no tiene mucha importancia si pensamos que de todas maneras poco caso nos harán si los llamamos, si aceptamos que jamás pararán de destrozar los muebles, y también cuando nos resignamos a que el amor que nos dan es el mismo que le dan a la cortina si es que eso se les ofrece.


Con mis primeros “rumis”, Raúl y Luis Felipe tuvimos en copropiedad a una gatita llamada 48 (bizca, por eso el nombre). Era un dechado de singularidades psicológicas. Un día le mostré un ulaula y ella, atemorizada, se fue haciendo para atrás hasta que la arrinconé. Con tan sólo haber cruzado dentro del aro habría sido libre pero no se atrevía. La observé hasta que oscureció y decidí retirar el objeto para que pasara; no quería que muriera de hambre o un colapso nervioso. Algo similar pasó cuando hicimos un pisal (un mural, pero en el piso) en todo el departamento. No se atrevía a caminar sobre él y se quedó las horas en el quicio de una ventana, hasta que la bajamos y le enseñamos que nada le iba a pasar. Años después vivió conmigo en Tepetlapa (Tepoztlán) y un día, cuando aquella guapísima argentina que luego sería mi segunda esposa y madre de mi primera hija, se quedó por primera vez a pasar la noche, a la gatita se le ocurrió cagar, vomitar y destrozar la chamarra de la susodicha. Finalmente, se desapareció desde el día que empecé a empacar para mudarme. Regresé, pero ni los vecinos ni nadie la volvió a ver… no quiso ser de mi nueva familia.


En otro momento tuve al Socio que, con su gran personalidad e inteligencia, se encargó de hacer fama y en una semana no había más ratones; los hizo desaparecer el resto de su existencia. Luego se convirtió en un asesino de pajaritos, lagartijas, y cualquier bicho de menor tamaño que él. A mí no me vengan con que los llevaba a mi almohada como regalos para demostrarme su amor incondicional y desmesurado: me queda claro que estaba haciendo su chamba.


Posteriormente a mi vida llegó Candela. En realidad, su ama era mi también hermosa y tercera esposa. Esta gatita es aún más temperamental, y gracias a su comportamiento y otros detalles que no importa relatar, pude darme cuenta de que, si uno tiene una tina con arena de gato usada, puede colocarla en cualquier lado y los ratones se espantarán tanto como si estuviera también el gato. La gran ventaja es que a esa arena no hay que alimentarla. La empresa que se dedique a hacer perfume con aroma de arena de gato se volverá millonaria, pues nada de bonito tiene matar un ratón en jaula, pegado a una trampa, deshidratado con veneno o a zapatazos.


Quienes dicen que los perros son tontos, sumisos, cochinos, y cuanta cosa, y defienden a los gatos como lo máximo, pues si no quieren verte te mandan a freír espárragos y ellos son los amos. ¿Pretenderán tener ese mismo carácter, pero en realidad sólo proyecten sus frustraciones porque son igual de manipulados que cualquier ser humano? ¿Quiénes preferimos los perros, en cambio, estaremos resonando con estos animalitos en su ingenuidad, poca astucia comparada con la felina, torpeza, y tendencia a la asquerosidad? Me parece que, por más que uno ame a los gatitos, a nadie le gusta llamarle al ser amado y que este lo ignore a menos que le convenga lo contrario.


En fin, queridos lectores, al que le guste un fino felino sabrá a lo que se atiene, así como al que no. Según algunas teorías, se encargan de cuidarnos energéticamente en la convivencia con las demás dimensiones, y eso no es nada despreciable. Tener un gatito siempre puede ser una buena opción, sea por amor o por conveniencia, como pasa con los seres humanos.

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