NEW CAGE
La palabra “conspiracional” es tan recurrente en los últimos tiempos, que me ha hecho pensar a lo largo de ideas diametralmente opuestas, durante toda la semana. Según el presidente en turno, los poderes fácticos conspiran contra él. Según los practicantes de la nueva religión el Universo conspira en su favor. Según los amantes del sistema, los que ponen en duda las versiones socialmente aceptadas conspiran en contra de lo que es sano para la sociedad.
Dejemos en claro: conspiración es un acuerdo secreto contra algo o alguien, por lo que ninguna de las anteriores son conspiraciones. Los poderes fácticos no conspiran contra el presidente, pues no es secreto que lo quieren sacar, ni tampoco se les nota muy de acuerdo. El Universo no conspira a favor de nadie, porque sería como decir que endulzo mi café con sal. Quienes ponen en duda el “establishment” no están conspirando, pues no están haciendo ningún acuerdo en la sombra; ridiculizar a quien no confía en lo que dice la mayoría es una simple estrategia sucia.
Bien, dejando en claro que esta palabra se ha puesto de moda al colocarla fuera de contexto y dándole sentidos tergiversados, entonces puedo hacer uso de ella como se me de la gana, sin ningún remordimiento. Al final parece que el significado de las palabras es irrelevante y ya no tenemos la obligación de expresarnos con base en el mismo. Se nos abre un nuevo mundo de posibilidades donde no hay cabida para puritanismos. Hoy quiero conspirar yo también, así que:
1) Decreto que los conspiradores, que conspiran en contra de estar en contra de los decretos, desaparezcan y nos dejen tranquilos a quienes decretos y conspiraciones nos tienen sin cuidado.
2) Conspiro con el Universo para que ignore al homo sapiens y siga haciendo estrellas, colapsando hoyos negros, girando galaxias, curvando el tiempo y creando alienígenas que nos den entretenimiento. Por fa, que no conspire con el resto de sus amigos universos, en nuestra contra.
3) Me declaro conspiranoico porque quisiera ser conspirador, piromaníaco y paranoico a la vez, disfrutando entonces de sentirme perseguido, tener actitudes incendiarias, y planear en secreto a favor de todas las cosas con las que quieren ponerme en contra.
4) Instituyo la OPRESION (Organización Popular de Resentidos, Ególatras, Solitarios, e Ignorantes, Omnipresentes Neodigitales), donde los miembros adquirirán facultades para conspirar entre ellos en contra de sí mismos, y así ya no mostrarán su pobre condición en Internet.
5) Conspiro, pero como es secreto no les digo con quien ni contra quien, para abolir del uso del lenguaje cotidiano, la palabra conspiración y todas sus derivadas e integrales.
Vean ustedes, amables y recurrentes lectores, qué fácil es hacer un poco de bien a nuestra sociedad. Sobra y basta con tener una hoja tamaño carta y la intención de hacerlo. Pero ya hablando en serio, el acto de conspirar en toda la expresión de la palabra requiere un valor y un propósito que hoy en día no se encuentra así de fácil. ¿Quién realmente conspiraría para tirar por la borda el sistema electoral, o para hacer que una mega empresa quiebre por dejar de consumir sus productos? ¿Alguien que ustedes conozcan, conspiraría para aplastar el sistema económico que nos empobrece, bajo la ilusión de estar a punto, siempre, de hacernos ricos?
Las épocas de las grandes revoluciones han terminado para dar lugar a las grandes manifestaciones mediáticas, que claramente no tienen los mismos resultados pues, aunque no nos guste, los medios institucionalizados son el motor de la sumisión de las personas. ¿Desde cuándo los medios institucionalizados o comerciales, han sido el camino para cambiar las cosas? Quien escucha y cree a los medios comerciales, socialmente aceptados, no tiene muchas ganas de cambiar a fondo. Está contento en su lugar. Más valdría conspirar a vivas voces, en el aquí y el ahora, bajo previo decreto, dando gracias, gracias, gracias, a favor de lo que podríamos haber sido, pero no.
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