Le duela a quien le duela.
Hace algún tiempo mi hija menor me dijo: “Papá, si tuvieras que escoger un súper poder ¿cuál escogerías? Yo no sé si prefiero volar o hacerme invisible”. Resulta obligatorio tener una respuesta pues nadie en su sano juicio diría “ninguno m’hija, no me gustaría ser súper poderoso”. Algunos súper poderes deseados comúnmente, por rango de edad, son:
Entre 0 y 10 años: Volar, invisibilidad, teletransportación, leer la mente, tener un hermano gemelo.
Entre 11 y 20: Ganar la lotería, ser muy atractivo, ser vampiro, ser rock-star.
Entre 21 y 30: Ganar la lotería, viajar sin límites, ser líder de opinión, ser Steve Jobs, ser famoso.
Entre 31 y 40: Ganar la lotería, ser dueño de la verdad, ser el más respetado.
Entre 41 y 50: Ganar la lotería, nunca enfermarse, ser muy atractivo, ser rock-star.
Entre 51 y 60: Ganar la lotería, curarse de cruda y enfermedad en una semana, ser muy atractivo.
Entre 61 y 70: Ganar la lotería, que nos digan “joven” o “señorita”, tener nietos.
De 71 en adelante: acordarse, aunque sea, de dónde dejó uno el boleto de la lotería.
Pero no crea el lector que evado compartir la respuesta que di a mi hija, la cual revela una gran verdad. No necesito otro súper poder pues ya tengo el máximo de todos: Soy chilango. Abro paréntesis para aclarar que, por costumbrismo, es totalmente válido decir chilango a quien nació en la CDMX y no sólo a los fuereños que ahí viven. Postularse en contra de este uso de la palabra sería como oponerse a la utilización de la doble negación; estas personas en vez de “no decir nada”, deberían primero “no decir algo”. Cierro paréntesis.
Sé que tal revelación puede despertar suspicacias en quienes no son chilangos, en especial si son de las ciudades secundarias del país donde, además, no igualarán jamás la calidad del futbol capitalino; no espero que estén de acuerdo con la evidencia que a continuación expondré, sin embargo, es un súper poder le duela a quien le duela. Entrando en materia esclarezco cómo se puede reconocer a estos seres súper dotados, y por qué son diferentes al resto de la humanidad.
Un chilango respira los gases provenientes de millones de automóviles, de la zona industrial más grande del país, de una cantidad indescriptible de cigarrillos quemándose, el humo de la recientemente legalizada mariguana, además de los gases intestinales expedidos en el transporte público, en la fila del súper o del banco. A esto sumemos el polvo proveniente del excremento canino una vez que se ha secado en el pavimento para luego volar por los aires. Lo anterior sucede día a día durante décadas. No hay duda, el chilango cuenta con pulmones a prueba de radiación.
Con la misma naturalidad puede comer las más altas descargas de picantes y grasas, aderezando una insospechada variedad de virus y bacterias que recubren los alimentos que se consumen debajo de los puentes, en las esquinas, en los pasillos del metro, y en cualquier lugar de la urbe que esté permitido, y que esté prohibido también. El chilango tiene estómago de titanio.
¿Y qué decir de la infinidad de sensores repartidos por su cuerpo y en lugares invisibles? Estos conforman un sistema para identificación de los elementos de su entorno que representen una amenaza para su integridad. Dicho sistema es más sofisticado que los radares de los murciélagos y que los del Pentágono. Difícilmente alguien podrá tomar por sorpresa a un chilango que transite por las calles y sitios públicos de cualquier lugar de la galaxia. El chilango cuenta con el singular poder de leer las mentes y anticiparse a las intenciones de los demás.
Una vez que aprendió a manejar, está listo para guiar un automóvil donde sea del mundo sin necesidad de letreros, semáforos, reglamentos, nombres de calles, amenazas de multas carísimas, o límites de velocidad. Será arbitrario de una forma irreprochable, pues tiene gran control de la máquina. Otra faceta del súper poder chilango es la hipermovilidad.
Tiene la capacidad intelectual única para entender que una quesadilla puede ser sin queso sin ser taco, dobladita, burrito o cualquier otra cosa, y es empático y condescendiente con quien no lo entiende. También tiene la facilidad de discriminar en qué momento y situación se debe comer un taco de pastor, con respecto a uno de canasta, de guisado, de carnitas, de barbacoa, o unas flautas. Claramente el chilango cuenta con el poder de la súper inteligencia.
Es rechazado en casi toda la República Mexicana y conoce frases como “haz patria, mata un chilango”, pero nada de esto afecta su temple. Por el contrario, en la CDMX todo mundo es bienvenido y podrá tener la diversión y hacer los negocios que no existen en su tierra. El chilango es como todo súper héroe, que al final es rechazado por el sistema, al igual que es admirado.
La mayor oferta de vida nocturna, siendo esta de la mejor calidad, está en la CDMX. Uno puede vivirla sin límites, aunque sea de día. Recorrer toda la variedad posible de bares y cantinas, desde Tlalpan a indios Verdes, desde Iztapalapa a Santa Fe, y llegando al centro para finalizar en Garibaldi, hace del chilango una criatura con el poder del vampirismo.
Los chilangos están acostumbrados a convivir con gente de todas las nacionalidades, religiones, preferencias sexuales, profesiones y oficios, militancias políticas, niveles culturales, por lo que tienen un entendimiento del mundo que no se puede lograr en otro lado del país. Por lo anterior, uno pasa desapercibido en las calles, sea cual sea su condición e incluso su automóvil. El chilango cuenta con el poder de la invisibilidad.
Desde pequeño se nutre de la mayor oferta de museos del país, y la décima del mundo, lo cual lo coloca como uno de los mayor representantes de la diversidad cultural. Asimismo, no hay en Latinoamérica mejor universidad que la UNAM, influencia que permea tanto en quien tiene estudios, como en quien no. En la calle nos podemos encontrar con cualquier tipo de celebridad nacional e internacional, de cualquiera que sea la especialidad, y nos pondremos a platicar con él para luego invitarle unos tamalitos en casa de la tía. El chilango goza del poder de una mente abierta 360°.
Un chilango vive en la ciudad más rica del país, que a su vez es la que tiene la mayor concentración de pobreza. En esta jungla en donde uno se convierte en un espécimen muy difícil de engañar, de alburear, o de someter, los abismales contrastes hacen de sus habitantes gente que puede hablar todos los idiomas, aunque no los hable, y entender a todos, aunque no los entienda.
El chilango es parte de la ciudad más poblada durante más tiempo en el planeta (no la más poblada hoy, ni la más antigua), y cuenta con una historia ancestral única. Por esta ciudad pasaron personas que supieron abandonar su lugar antes de que se los tragara un volcán (no como en Pompeya), algunos que para comprobar su valía cortaron las orejas derechas de todos sus vecinos de barrio, individuos que, siendo un puñado, conquistaron un imperio. También gente que cambió el panorama político del país radicalmente, ejércitos de niños que defendían a nuestra bandera, emperadores europeos, refugiados políticos rusos, artistas que dieron nombre a nuestro país en el mundo moderno, empresarios que crearon los medios de comunicación masiva más exitosos, bandas de delincuentes y narcotraficantes de amplio espectro, constructoras sin precedentes, etc., etc. Toda esta energía humana se manifestó hace treinta y cinco años en una personalidad: El Superbarrio (papá de Anónimus), personaje que brinca por la raza. Todos somos Superbarrio.
Hay consideraciones menores que podrían seguirse enumerando, más no es el objeto de esta Obviedad documentar una característica como el superpoder chilango. Aquí se trata de dejar en claro que es irrelevante desear superpoderes, cuando tenemos el único mayor de todos. Si alguien tiene problemas con esto es muy sencillo de resolver: pueden darse una vuelta a la CDMX y quedarse a vivir. Cuenten con que no serán discriminados, comerán bien, se divertirán, podrán hacer dinero y, sobre todo, en un tiempito estarán listos para conquistar el sistema solar.
Querida! si verdad? jajajaja Fíjate que se me olvidó poner algo importante como parte de ese súper poder... Un chilango resuelve de volada las cosas, está acostumbrado a armar un stand de 450 m2 o una escenografía para un comercial... en dos noches, las de sábado y domingo, encontrando hasta el tornillo más difícil de encontrar en el mundo, a esas horas. Todo lo hacemos a la de ya, cosa que nomás te sales y hay mucho que batallar. El ritmo hace que vivamos vidas de 210 años aproximadamente. El poder de la súperlongevidad.
obvio estoy muy de acuerdo contigo, lo mejor de vivir aquí es salir, que digo salir, huir!!! muy hermoso...