Si voy a ignorar a alguien, lo haré olímpicamente.
Durante años, que digo años, décadas, qué digo décadas, toda la vida, las olimpiadas han significado muchísimo para mí. Para que se den una idea, ocupan en mi vida el espacio equivalente a multiplicarlas por la importancia que le doy al beisbol, a la moda o a la corrección política, a las cuales les doy cero importancia. No obstante, la obligación patriota persiste.
¿Por qué en realidad este evento no es de gran relevancia para nosotros los mexicanos, más allá del pretexto para sentarnos frente a la pantalla a cotorrear un rato? Es obvio: porque casi no ganamos medallas. Esto sucede no por falta de talento o maestría, sino porque estamos participando en las actividades equivocadas. El lector suspicaz ya se habrá imaginado el gran papel que haríamos si compitiéramos en el “Juego de Pelota”, aunque esto no sucederá, pues el mundo ya no es el de antes. Nuestra blanda sociedad actual no soportaría ver recibir la medalla de oro a un ganador sacrificado sobre un podio bañado por su propia sangre, con el corazón de fuera.
Como nuestra imaginación puede ir mucho más lejos de lo conveniente, sería una labor más propia de la CONADE la de elegir una serie de propuestas para el comité olímpico, en cuanto a las competiciones que podrían incluirse y que nos dieran más oportunidad de terminar bajo los reflectores. Como sé que estos días están un poco ocupados, comparto mis ideas con afán de alivianarles la chamba, a forma de una lista de posibles actividades deportivas:
1) Vuelo de Papantla – Sin lugar a duda, los “sones del volador” interpretados por el danzante con la flauta habrían de jugar un papel muy importante en esta competencia, donde ganaría el equipo que siguiera más fielmente la tradición, desde elegir el palo volador, hasta la culminación del vuelo.
2) El Payaso Callejero – No será necesario decir que los espectadores serán los jueces, que con aplausos manifestarán quién merece la medalla, luego de que algunos habrán tenido que pasar a ser ridiculizados por su aspecto físico, su actitud en el escenario, y su ingenuidad.
3) El Carterista – El participante recorre las tribunas para robar la mayor cantidad posible de objetos de valor sin ser atrapado. El riesgo de que el ganador, además de su medalla de oro, se quede con la de plata, la de bronce, y las medallas de otras competiciones, será tema de los organizadores.
4) El Merolico – Esta competencia consiste en vender entre las diferentes delegaciones deportivas, en el menor tiempo posible, doscientos frascos de medicamento milagroso, deseque llévelollévelo, palaniña palabuelo, que cura ampollasreumas, maldiojo, cuajitomollera y mal aliento de los pies.
5) El Organillero – El atleta deberá correr en la pista durante diez vueltas con el instrumento a lomo, haciéndolo sonar a ritmo y recolectando las monedas que le arrojen a la gorra. Gana el que llegue primero a la meta, siempre y cuando reúna el costo de su uniforme y el boleto de regreso.
6) Los Danzantes – Esta competencia es muy simple dentro de su gran complejidad. El equipo vencedor será el que haga llover más litros de agua.
7) La Llorona – Disciplina de harta maestría, pues quien gane la medalla de oro, será porque logró jalarse a la mayor cantidad de escuincles del público, para bajarlos al campo de competencias, sin utilizar dulces, perritos, o engaños. Así nomás con su voz, su camisón, y su cara de espanto.
8) El Súper Barrio – Para recibir el oro se organizará la mayor revuelta posible en defensa de los derechos del público, contra el alto costo de los boletos, etc., quemando y saqueando la mayor cantidad de inmuebles sin perder la máscara en defensa de los marginados.
Hay más opciones que espacio en esta Obviedad Ignorada, así que, para acabar con la irrelevancia del mérito medallista, le invito a mandar también una carta a las autoridades deportivas del país, siempre compartiéndome sus propuestas para poder, desde mi trinchera, apoyarlas. Si alguien va para Japón, les manda un abrazo de mi parte a nuestros esforzados deportistas.
Comments